Debo de reconocer que la izquierda es dueña casi absoluta de la palabra y la imagen y que lo ha hecho muy bien. Han sabido como pocos y durante años hacerse dueños de términos como progreso y cultura y digo dueños del término que no del contenido.
Muchos de ellos son los mismos que durante decenios defendieron los regímenes genocidas de los países comunistas mientras los demócratas y liberales se lamían las heridas de sus complejos y se dejaban ganar la batalla mediática.
El último término que se han apropiado es el de la “laicidad”, según ellos, son los representantes de lo laico frente a lo clerical. Para ellos la manifestación del sábado representaba, como titulaba un periódico catalán representante del radicalismo excluyente, a la derecha clerical.
Uno de los fines de las ideas políticas dictatoriales, ya sea el nacional-socialismo o el marxismo y sus variantes, es hacerse dueños de la palabra y la imagen.
De las diez asociaciones convocantes de la manifestación del sábado solo una era de carácter confesional, las otras nueve eran de carácter aconfesional y todas ellas laicas.
La realidad pone cada cosa en su sitio: el 12N nos hemos manifestado ciudadanos, laicos la inmensa mayoria, algunos religiosos, progresistas unos y conservadores otros pero todos creemos en las libertades y los derechos, en la igualdad de todos los españoles, en la importancia de la cultura y en la fuerza de la unidad de España para avanzar hacia el futuro.
Quienes se han apropiado de los términos “progresista” y “laico” son, en líneas generales “laicistas excluyentes”.
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