Para realizar una tarea es básica la actitud con la que se afronta. Esto mismo ocurre con la educación: para poder educar correctamente y con ciertas garantías de “éxito” los padres deben de tener una actitud que podemos resumir en: aceptar, respetar y exigir.
Aceptar a un hijo supone conocerle. Conocer las características propias de la edad y conocerle personalmente. La única manera de conocer a alguien supone tiempo y relación personal.
Respetar a otro es imprescindible en una relación humana. Si no hay respeto no puede haber ayuda, cómo mucho habrá imposición y no olvidemos que la educación debe de basarse en la libertad. Sólo se educa cuando el otro acepta libremente lo recibido y con el tiempo lo hace suyo.
Muchos padres se quedan en las dos actitudes anteriores: aceptar y respetar, confundiéndose esto a veces con la dejadez: “Dejar hacer, dejar pasar”, nada que ver con la educación. Educar supone exigencia. Sin exigencia, las personas tendemos a lo fácil, a lo cómodo.
Mejorar como personas supone exigencia y para poder exigir a los hijos es necesario aceptarles y respetarles. No olvidemos que la fortaleza es la virtud de los convencidos.
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