En un mundo que se rige por razones de interés o rendimiento suena muy raro hablar de criterios morales. Tener criterios morales firmes y estables obligan en muchos casos a renunciar a “éxitos” inmediatos o apetecidos.
Nuestra sociedad nos ahoga con criterios de acomodamiento según interese en cada momento. Se entiende por tolerancia el “todo vale” y enfrentarse a esta tesis desde convicciones profundas suele acarrear el calificativo de fundamentalista.
En un mundo relativista en el que se mide el bien y el mal en función del interés, resulta difícil vivir de acuerdo a unos criterios morales. La falta de estos criterios nos lleva a ser muñecos en manos del pensamiento dominante. Por contra, unos criterios éticos sólidos lejos de hacernos rígidos e intransigentes, nos ayudan a ser felices y magnánimos.
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