Disfrutar de la vida es cuestión de excelencia, se puede vivir o se puede sobrevivir. Hay personas para las que la vida se limita a esquivar lo que pueda alterar la aparente tranquilidad de una existencia mediocre. Viven timidamente, con pereza y envueltos en la comodidad, "que me quede como estoy" parece ser el grito de guerra.
El ambito de la familia no es inmune a esta manera de ¿vivir?. La felicidad está muy lejos de la mediocridad, el egoísmo y la pereza. Si queremos experimentar la felicidad, y que nuestros hijos crezcan de similar manera, debemos vivir en un ambiente de exigencia personal y de búsqueda de lo mejor.
Esto no se consigue haciendo grandes cosas sino poco a poco, viviendo cada momento y cada cosa que hacemos de la mejor manera. Nuestros hijos tienen derecho a saber que la felicidad está en el ser y no en el tener y que lo mejor existe, no todo es lo mismo.
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