Los jóvenes españoles consideran en su mayoría que la solidaridad y la ayuda a los más necesitados es algo muy bueno, sin embargo los datos y la vivencia nos demuestran que apenas el 7% participan en tareas de voluntariado. Mi lectura es que detrás de esto se esconde el miedo al compromiso y al esfuerzo. Una cosa es pensar que algo es bueno y otra muy distinta actuar.
Se ha instalado en nuestra sociedad del bienestar la idea de que hay que huir del compromiso y del esfuerzo. Parece que lo ideal es vivir en una especie de limbo, un nirvana de placer y satisfacción en el que todo lo que cuesta se obvia. Se está educando en una realidad virtual, la vida no es así.
Muchos padres han hecho suya esta idea y se muestran impotentes para exigir nada y no se dan cuenta del mal que hacen a sus hijos. La huida del compromiso se ha instalado en nuestras vidas hasta para asuntos de la vida diaria, poca gente te asegura que asistirá a una cita, una respuesta muy común suele ser: “en principio si que voy”.
Los padres debemos convencernos de que es posible el compromiso y que estamos obligados a educar en esa idea a nuestros hijos. Debemos afirmar que es posible darse y que esto está relacionado con la mejora personal y la autoexigencia. La felicidad profunda y real está mucho más cerca de esto que de una vida rodeado de cosas y sin que nada se nos niegue.
La dificultad y a la vez la clave para educar bien es que requiere que los padres hagan de estas ideas su forma de vida. Sólo si somos exigentes con nosotros mismos podremos ayudar a nuestros hijos a ser mejores. Hay que perder el miedo a exigirse y darse, es la única manera de ser realmente libre. Sólo se da lo que se tiene.
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