Existe cierta tendencia a creer que lo progresista es avanzar mirando hacia adelante despreciando lo pasado. Esta manera de gobernar, ya sea la propia vida, la familia, la empresa o la nación suele llevar al desconcierto cuando no al desastre y es bastante propia de nuestro tiempo tan impregnado de buenismo, infantilismo y utopia idiota.
El futuro hay que hacerlo analizando la naturaleza de las cosas, aprovechando la experiencia y el pasado. Actuar de otra manera supone una gran irresponsabilidad sobre todo cuando se tienen encomendadas labores de gobierno.
El progreso sólido necesita sustentarse sobre raices hondas y fuertes, de esa manera es como se pueden prever las consecuencias. Las personas con visión de futuro y por tanto dignas de confianza no son los visionarios sino aquellas que deciden y actuan teniendo en cuenta el pasado, la experiencia y la naturaleza de las cosas.
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