Tener convicciones hoy en día suele ser sinónimo de fanático e intransigente. Lo que se lleva es el pensamiento débil, como escribí el otro día se disfraza la indiferencia como tolerancia. El pensamiento moderno concluye que las convicciones son algo impuesto desde fuera, como si el hombre fuera incapaz de llegar al Bien y la Verdad desde la contemplación.
Aunque pensándolo mejor, no es que se piense que el hombre es incapaz de llegar al Bien y a la Verdad desde sí mismo; realmente se piensa que estos no existen. Esto hace que cada uno construya su bien y su verdad, es decir, puro relativismo. Estas ideas aplicadas desde el gobernante se transforman en totalitarismo: el poderoso decide lo que está bien y lo que está mal en cada momento. Ésta manera de actuar se disfraza de democracia apelando a la fuerza de los votos
La sociedad del siglo XXI está por la especialización, por saber mucho de algo; sin darse cuenta que esta especialización nos conduce a un callejón muy estrecho que impide tener una visión de conjunto. Hacen falta convicciones para equilibrar el poder del método científico, sólo de esa manera podremos tener una visión de conjunto de la realidad, tan necesaria para ser libres.
Aquí juegan un papel fundamental el misterio y el sentido común. Me parece que los padres debemos transmitir a nuestros hijos el sentido misterioso de la vida y fomentar en ello el sentido común. No todo es puro raciocinio y orden científico.
Este parrafo tuyo que copio a continuación, creo que es «madre del cordero»
«No es que se piense que el hombre es incapaz de llegar al Bien y a la Verdad desde sí mismo; realmente se piensa que estos no existen. Esto hace que cada uno construya su bien y su verdad, es decir, puro relativismo. Éstas ideas aplicadas desde el gobernante se transforman en totalitarismo: el poderoso decide lo que está bien y lo que está mal en cada momento. Ésta manera de actuar se disfraza de democracia apelando a la fuerza de los votos.
Tienes toda la razón.
Un abrazo
Gracias ICUE. La sociedad cientifista y economicista en la que vivimos olvida a la persona, un abrazo