Decía ayer que educar es difícil y que los padres tenemos la obligación de corregir a los hijos cuando su actuación es incorrecta. Esto no está reñido con el cariño, el apoyo y el ánimo. Puede haber quién piense que corregir es sencillamente echar una bronca y ya está. Nada más lejos de la realidad.
Para corregir hace falta buscar el momento oportuno, las palabras que no hieren y todo ello en el clima de una relación normal que debe haber en la familia cuyo ingrediente fundamental es el amor: el deseo de ayudar al otro a ser mejor y por lo tanto más feliz. El mejor ambito para corregir es la relación personal, lo normal debe ser que tanto la corrección como el apoyo comiencen en el cara a cara. Y, sobre todo, la corrección debe terminar transmitiendo al hijo la convicción de que estamos convencidos de que es capaz de mejorar y que cuenta con nuestro apoyo.
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