Hace unos días visité a un amigo gravemente enfermo ingresado en cuidados intensivos. Después de cuarenta y ocho horas y una fuerte medicación para atenuar los dolores, no sabía donde estaba, qué le había pasado, qué hora era y tampoco reconocia a las personas que le visitaban. El médico que le atendía nos comentó que necesitaba que le visitaran familiares muy cercanos para de esta manera comenzar a recuperar referencias.
Llevé estas consideraciones a la vida diaria porque ¡qué necesarias son las referencias para no andar perdidos! Un buen sistema de referencias siempre es la columna sobre la que construir la propia vida, un camino al que volver, las alas que nos hacen realmente libres cuando se asume como propio.
Y pensaba en la suerte que tengo de ser católico, de conocer el mejor sistema de referencias, de aceptarlo cada día libremente y de tener la posibilidad de volver a él cuando lo abandono o pierdo.
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