De la misma manera que el día da paso a la noche, el verano al otoño o el sol a la lluvia; es posible que se cuelen días en nuestra vida en los que domine el pensamiento de que el mundo es feo. Son sensaciones fruto del estado de ánimo, de la percepción de la realidad que se vive. Y como todo lo afectivo, una manera potente y muy humana de percibir la realidad, están sujetas a la esclavitud de lo variable.
Las sensaciones afectivas son muy poderosas, pueden llegar a ocupar y oprimir el corazón. Pueden obnubilar la mente hasta hacernos creer, cuando son tristes, que no hay salida. Es cierto que en la vida se dan situaciones muy duras que llevan a esa percepción de un mundo feo.
Pero ¿Es realmente feo el mundo? Si lo hacemos depender del estado de ánimo diremos que unos días sí y otros no. Sin embargo tenemos una referencia de que el mundo es bonito y bueno: «Vio Dios lo que había hecho, y era muy bueno»
El mundo, la Creación, son muy buenos. Somos nosotros con nuestras acciones y omisiones los que lo afeamos; y también somos nosotros, los hombres, los que lo podemos embellecer, haciéndolo cada día más hermoso a base de pequeños detalles. Como quién pone bonita su casa.
Los bonitos detalles son todos aquellos que nacen del amor y que nos abren a los demás y a Dios. Una sonrisa, hacer un favor, ceder, dar gracias, trabajar bien; estar más pendiente de los otros que de uno mismo.
Amar y sentirse amados hacen el mundo bonito, bueno; con todas las limitaciones de los hombres pero también con la inmensa grandeza del amor de Dios. Si te sabes querido, el mundo no puede parecerte feo.
Wow, muchos días sin saber de tus escritos!!! Pero este es super toda una realidad , me encanta tus reflexiones mil gracias .
Muchas gracias Maria, procuraré escribir más 🙂